
Es sábado día 1 de noviembre, llevamos en Lima 11 días y hoy emprendemos nuestra ruta con destino Arequipa.
Aterrizamos en Arequipa con el miedo al soroche, pasamos de estar al nivel del mar en Lima a los 2.300 metros de altitud. Especialmente tenía la preocupación de como mi cuerpo se adaptaría a la altura, sufro asma y mi preocupación estaría siempre presente en las zonas mal altas de mi viaje por Perú.
Todo el mundo en Lima nos hablaba de Arequipa como la ciudad más bonita de Perú, salvo por el Convento de Santa Catalina y la Plaza de Armas, me sorprendió que estuviese catalogada como Patrimonio Cultural de la Humanidad, puede que las expectativas fuesen demasiado altas, acabábamos de comenzar nuestro viaje y estábamos deseosos de sorprendernos con algo espectacular. Tendríamos que esperar algunos días para tener la sensación de que estábamos frente a algo grande y único.
La ciudad de Arequipa está catalogada como la capital jurídica del Perú. En ella, está la sede del Tribunal Constitucional. Es la ciudad con más población después de Lima.
La ciudad se encuentra coronada por sus tres volcanes que podrás ver desde varios sitios de la ciudad, el Misti, Chanchani y el Picchu Picchu. Estos tres volcanes nos acompañaran apareciendo y despareciendo durante los siguientes días que recorreremos el altiplano andino atravesando el Valle del Colca.
Cerca de la Plaza de Armas, se encuentra el Convento de Santa Catalina, con diferencia es lo más espectacular de Arequipa, si no te da tiempo a ver nada más, no lo hagas, pero no pases por Arequipa sin visitar este convento.
Se trata de una Ciudad dentro de la misma ciudad de Arequipa, fue construido en 1580 aunque después fue ampliado en el siglo 17. Unas 400 monjas vivieron en el convento durante más de 400 años, en los cuales, no tuvieron contacto con el exterior. Hoy todavía viven algunas monjas en el área norte del convento.
Es interesante hacer la visita con un guía que te cuente lo más importante y te guíe por su multitud de calles, es demasiado grande y es fácil que te pierdas o te entretengas y no te dé tiempo a ver todo el convento. Por las noches, solo dos días a la semana, se puede hacer una visita nocturna, nos comentaron que tiene su encanto pasear por la noche entre sus calles todas iluminadas con la luz de cientos de velas.
Sus calles tienen el nombre de ciudades españolas, Toledo, Sevilla, Málaga, etc.
Recorrimos el convento y nuestras cámaras fotográficas agradecieron el color, las fotos con más colorido del viaje sin duda las hicimos en el Convento de Santa Catalina.
Apenas amanecía y nos subimos a nuestro autocar camino a tierras de llamas, alpacas, guanacos y vicuñas, durante esta etapa del viaje, nos acompañarían poniendo movimiento al paisaje más austero de nuestro recorrido por tierras peruanas.
Es impresionante el silencio que te trasmite el paisaje del altiplano…
Según fuimos subiendo todo se volvió más limpio, el color marrón de sus tierras contrastaban con el azul intenso de su cielo y el blanco impoluto de sus nubes, que de repente, estaban más cerca del suelo de lo habitual, casi se dejaban tocar. Subimos a 4.900 metros de altitud.
Tuve mi primer y único contacto con la hoja de coca, me sentó tan mal que días después aun cuando me acordaba de su sabor, me daban ganas de vomitar. El único remedio que aplique en todo mi viaje, fue tomarme todo con mucha calma, aun así, tuve algún episodio de un fuerte dolor de cabeza, pero nada que no se solucionase con una pastilla de soroche pil y un poco de descanso. El solo ejercicio de bajar del autocar y volver a subir me costaba un triunfo, controlaba el tema intentando hacer todo mucho más despacio que de costumbre, si intentas llevar el mismo ritmo, el corazón se te acelera y nota un cansancio que no se ajusta al esfuerzo realizado. Mi asma en todo momento controlado, no tuve problemas para respirar, utilice mi ventolin con la misma frecuencia que lo utilizo en España, tan solo sentía fatiga ante cualquier esfuerzo que intentará realizar, las personas que me acompañaban, no tenían asma y sentían el mismo cansancio y dolor de cabeza que yo.
Aunque el viaje es largo, el paisaje andino con las llamas, vicuñas, y alpacas te entretienen y sin darnos cuenta llegamos a la hora de la comida a Chivay, donde haríamos noche para a primera hora de la mañana, ir al Cañón del Colca.
Chivay tiene su encanto, es una pequeña aldea que se encuentra entre montañas y terrazas de cultivo. El pueblo es muy pequeño y la mayoría de sus calles están sin asfaltar. Paseamos tranquilos, entramos en un pequeño mercado y visitamos su iglesia “Nuestra Señora de la Asunción”. Destacar su retablo y sus pinturas murales. Por lo demás, poca cosa, salvo el encanto de estar en los Andes rodeados de montañas.
A las 6 de la mañana nos recogen en el hotel y comenzamos nuestro camino hacia el Valle del Colca. Paramos en Yunque y visitamos también su iglesia.
Todo el camino hacia el mirador del Condor es de tierra y va perfilando el Cañon, el paisaje es impresionante y también es increíble como conduce nuestro conductor, nos lleva con la angustia del turista acojonado, con lo ancho que es el camino y se empeñaba en ir pegado al lado derecho, desde donde el precipicio, se convierte en el mas grande de los abismos. Mi teoría es que lo hacen a propósito para disfrutar de ver nuestras caras a través del retrovisor.
Llegamos al mirador del Cóndor y disfrutamos del paisaje dejando reflejado en nuestras cámaras los increíbles momentos, pero como siempre ocurre, cualquier filtro que apliques que no sea tu retina, desmerece el momento.
Después de un rato, comenzaron a aparecer los Cóndor que sobrevolaron nuestras cabezas, me temo que la naturaleza en este caso se vuelve tramposa, me quede con la sospecha de que los tienen en cautividad y los sueltan todos los días para entretener a la cantidad de turistas que llegamos al Cañón.
Nos volvimos a montar en nuestro autocar y desandamos el camino andado. De nuevo volvimos a Chivay, donde comimos antes de montarnos en un autocar que nos llevaría por un largo recorrido hasta Puno, destino al Lago Titicaca.
En tan solo dos días, vimos Arequipa y el Valle del Colca, creo que con un día más hubiésemos disfrutado más de esta etapa del viaje. Su encanto será totalmente distintos a las siguientes etapas, la austeridad del paisaje se compensa con unos cielos increíbles, donde la pureza del aire te regala unos paisajes con una transparencia poco habitual.

































































