El Valle Sagrado de los Incas (Perú)

Salgo de Cuzco con el corazón puesto en Machu Pichu, se acerca la etapa más esperada de mi viaje y mi corazón siente el nerviosismo y la impaciencia de estos últimos momentos. Siento que esta etapa será la que ponga música a mi viaje por tierras peruanas. Físicamente empiezo a tener un respiro, según vamos bajando de altitud, me siento con más energía. Estamos a un día de encontrarnos con la “Montaña Vieja” (Machu Pichu), pero antes, tenemos que purificar nuestros cuerpos, respirando el aire puro que emana del Valle Sagrado de los Incas.

Písac, Ollantaytambo y Aguas Calientes, nos marcarán el camino para lo más esperado y deseado. El Valle para muchos, es considerado como el centro del universo inca, su rio Urubamba atraviesa sus tierras a diferentes altitudes, creando así lo que se cree que pudo ser la principal despensa alimentaria de la corte incaica. El valle esconde y envuelve la mayor concentración de sitios arqueológicos de Perú.

Después de varios días viajando por los paisajes austeros de Arequipa y Puno, llegar al Valle Sagrado es como volver a sentir el color, la selva alta te cambia el paisaje y calienta el aire tan alejado ya de sus frías montañas Andinas.

Pasear por Písa y perdernos en su mercado, tranquiliza esa impaciencia de querer cruzar el Valle y subirnos al tren que nos llevará a Aguas Calientes.

Antes de coger el tren, nos paramos en Ollantaytambo, que es uno de los puntos de partida del “Camino Inca” que lleva hasta el mismísimo Machu Pichu. No puedo dejar de tener un puntito de pena por no poder tener la experiencia de realizar el camino completo, después de ver el entorno, tiene que ser una experiencia como para no perderse si te planteas un viaje como este. Para mi sin duda no hacer el Camino del Inca ha sido el único error del viaje.

Las ruinas de Ollantaytambo pertenecen a la etapa Inca Imperial que comprende los Incas Pachucútec y Wayna Capac. La ciudadela es enorme y está ubicada a 50 kilómetros del Machu Pichu. Por razones desconocidas dejo de construirse y fue abandonado.

Subir hasta la cima, recompensa el esfuerzo de trepar por sus empinadas terrazas.

Con un poco de más calma, paseamos por el pueblo de Ollantaytambo donde por sus callejuelas empedradas, serpentea el agua de sus acequias. Los niños juegan en sus calles ajenos a los turistas, y los perros pasean en libertad. Oscurece y es hora de partir para la estación de tren, nos montaremos en un vagón donde todos los pasajeros tenemos un mismo sueño que cumplir.

Llegamos a Aguas Calientes, el rio nos marca el ritmo del sueño, el cansancio nos sumerge en un grato sueño. Suena el despertador, no son aun las 5 de la mañana y ya estamos desayunando, estamos preparados para por fin «subir»

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