Thailandia Islas Phi Phi

Ko Phi Phi, Thailandia— jueves, 1 de noviembre de 2012

 

Tengo la sensación que mucho antes de saber que existían ya soñaba con que un día serian un destino. Durante mucho tiempo disfrute con un montón de diarios de viaje y toneladas de fotografías donde ni por asomo reflejaban tan maravillosa realidad.

A estas alturas de mi diario ya os habréis dado cuenta que para mí el mar forma parte de ese “paraíso” particular en el que muchos necesitamos soñar. No concibo paraíso donde el mar no sea el protagonista, donde su brisa no refresque y renueve todos mis sentidos. Es difícil de transmitir el efecto que me produce contemplar una puesta de sol sentada en una playa, en una roca, o en cualquier cima del mundo, donde se pueda apreciar la inmensidad del mar, son momentos en los que desconecto y me siento el ser más vivo de la tierra.

Todo esto y lo que no puedo expresar, es lo que me he traído de Tailandia. Estas Islas te enamoran, te reconcilian con la vida, te cargan de energías.

A diferencia de la excursión del día anterior a la Bahía de Phang Nga donde nuestra embarcación era de lo más modesta e incluso con más años de la cuenta, para esta excursión nos encontramos con una lancha rápida, donde la primera impresión fue muy buena. Está claro que nunca te puedes fiar de la primera impresión, siendo mucho más nueva y más glamurosa, fue bastante más incómoda que nuestro barco de la Bahía de Phang Nga.

Llevábamos guía de habla hispana, pero solo éramos 4 españoles de unas 25 personas que íbamos en la excursión, con lo que en ese sentido fue poco exclusivo, escuchabas por un lado al guía que contaba todo en inglés y por otro a nuestra guía que nos iba contando todo en español. Para esta excursión tampoco hace falta mucha explicación, es un día para disfrutar del mar viendo playas impresionantes, donde ni siquiera te apetece que nadie te contamine el momento con ninguna explicación.

Después de una hora aproximadamente de navegación notamos que los motores desaceleraban y nos pusimos de pie para poder ver donde estábamos, a lo lejos, grandes montañas cubiertas de verde, acantilados y un agua verde esmeralda con una claridad que no he visto jamás en el Caribe. Poco a poco el barco entro en una especie de pequeña bahía donde otras lanchas estaban atracadas y podías ver un montón de gente disfrutando y nadando en el agua. Nuestro barco se paró y nos invitaron a todos a tirarnos al agua para nadar un rato. Me fui a la proa de la lancha, me senté y mientras todo el mundo chapoteaba en el agua, disfrute de las vistas que tenía a mí alrededor, solo montañas verdes, agua cristalina. Me sobraban la cantidad de lanchas y la cantidad de gente que se encontraba en ese mini paraíso, el tema de la masificación es el único punto negativo que me he traído de Tailandia, sin duda hace años, esto tuvo que ser el verdadero paraíso.

Después de un rato continuamos nuestra travesía, paramos en unas cuantas calas para nadar, hacer snorkel y darle de comer a los peces, cualquier cosa que tirases al agua, era rodeado por cientos de peces de colores.

Por fin llegamos a la playa donde se rodó la película “La playa” de Leonardo Dicaprio. Esta playa solo esta accesible desde el año 2003, no puedo ni imaginarme lo que tendría que haber sido antes de que los turistas invadiésemos esta joya de la naturaleza, una pena.

Es de una belleza salvaje, su entorno, su arena, sus aguas, sus rincones, todo es de ensueño. Cuando desembarcas en la playa no puedes dejar de tener sentimientos encontrados, una belleza que te enmudece, todo esto mezclado con un sentimiento de tristeza al ver tantísima gente y tantísima embarcación contaminando esas aguas.

Nuestra guía era argentina y un día viajo a Tailandia y sin apenas darse cuenta, decidió que este era su sitio en el mundo, lo dejo todo y se gana la vida de guía turística recorriendo todos los días estas islas. Me contó que hacía poco la contrataron un grupo de turistas para que les enseñara todos los rincones de las islas y que preparo todo el recorrido evitando las horas donde las lanchas con las excursiones salían de Phuket. Fue la primera vez que pudo visitar las islas estando “solos” y no pudo contener sus sentimientos, se puso a llorar al contemplar la playa solitaria sin gente y sin lanchas.

La próxima vez que viajemos a Tailandia ¡¡que volveremos¡¡ nos olvidaremos de Phuket y nos alojaremos en las Phi Phi. Me comento que lo que hace la gente que se aloja en las Islas es contratar las típicas embarcaciones locales de madera, por poco dinero puedes alquilarlas y recorrer sitios que las lanchas nunca llegan, por otro lado se aprovecha las horas en las que las lanchas con turistas no han llegado o ya se han ido. A las 2 de la tarde todas se paran en alguna playa para comer y después directamente vuelven a Phuket o a Krabi. Por poco dinero puedes pasar una tarde increíble en todas estas playas en solitario y si te apetece hasta puedes “llorar de la emoción” como nuestra guía argentina.

A las 2 de la tarde paramos en una playa a comer dentro de un hotel donde nos tenían preparado un buffet al aire libre. Para finalizar nos llevaron a una playa donde estuvimos como una hora descansando y aprovechando para disfrutar del agua.

La vuelta igual de movida, mucho ruido de los motores y el aire que azotaba considerablemente. Agotados llegamos al hotel con la hora justa para poder sentarnos en la playa y como de costumbre, disfrutar de una puesta de sol increíble.

Si la Bahía de Phang Nga me enamoro, las Islas Phi Phi me han quitado el sentido. Dos zonas totalmente distintas con una belleza sobrecogedora, no puedes estar en Phuket y prescindir de ninguna de ellas. Por un instante creí haber encontrado mi paraíso, “pero” la masificación de gente las aleja de mi paraíso soñado. No me queda otra que seguir buscando….

Deja un comentario