A veces el destino se vuelve caprichoso y sin apenas darte cuenta te pone en mitad del Pacifico a miles de kilómetros de cualquier parte del mundo. Aunque el destino tuvo mucho que ver, ha sido la compañía aérea LAN la que me ha llevado a la Isla de Pascua. Debido a temas profesionales, he tenido que viaja desde España a Chile durante tres semanas. Preparando mi viaje a Chile, enseguida apareció en escena la Isla de Pascua, este espíritu mío tan viajero no me dejo pensarlo demasiado y sin apenas darme cuenta ya tenía un billete, para volar un sábado a las 8 de la mañana y con una vuelta el domingo a las 2 de la tarde.
Monte en un avión que me llevaría a la “Isla de Pascua” y en ese momento en el que me abroche el cinturón supe que este viaje tan precipitado, estaría en un lugar importante dentro de mi lista de “sitios increíbles”.
Después de casi cinco horas sobrevolando las aguas del Pacifico, aparece un trozo de tierra, tan pequeño que si no fuese porque el avión empieza a descender, no te imaginas que has llegado. Desde el avión la Isla es preciosa, apenas tiene árboles, pero es súper verde y el contraste de su tierra volcánica con la espuma blanca de un mar bravo, hace que el escenario sea ¡¡increíble¡¡. Como una niña pego mi nariz a la ventanilla del avión y contemplo esta pequeña Isla en la que pasaría apenas 24 horas y siendo consciente del poco tiempo que tendría, empiezo a disfrutar de cada segundo y a través de mi retina intento memorizar cada detalle.
Salimos del avión a pie de pista, en un aeropuerto diminuto. Lo bueno de viajar para solo un fin de semana es que con una pequeña maleta de cabina es suficiente, no tienes que facturar equipaje con lo que junto con mi compañera de trabajo, salimos las primeras. Frente a nosotras un grupo de personas sostenían letreros con nombres de personas, de un solo vistazo encontramos nuestros nombres, detrás, un tímido guía Rapa Nui que nos observaba nervioso. Se llama Riro y como bienvenida nos pone un collar de flores. Lo primero que nos deja claro Riro es que es hijo, nieto y biznieto de Rapa Nui.
Nuestro primer encuentro no fue muy esperanzador, pero estábamos en la Isla de Pascua y ni Riro ni todos sus antepasados nos iban a enturbiar esa carga de ilusión y entusiasmo que traíamos desde el minuto uno de montarnos en nuestro avión, teníamos claro que Riro tendría que enseñarnos su isla y que teníamos que conseguir que fuese el mejor guía de la Isla de Pascua.
Sin pasar por el hotel directamente desde el aeropuerto nos montamos en el cuatro por cuatro de Riro y comenzamos así nuestra aventura por la Isla más increíble que haya estado nunca. Durante los primeros kilómetros el paisaje te deja muda, la carretera que bordea la isla pasa a pocos metros del mar donde las olas golpean en sus rocas volcánicas formando un paisaje de lo más salvaje. Riro no dice nada, nos deja disfrutar de esos instantes en los que sabe que su Isla nos está seduciendo, la deja que nos impresione no quiere contaminar el momento con ningún comentario. A unos tres kilómetros del aeropuerto, hacemos nuestra primera parada, salimos del coche y sin esperar a que Riro nos explicase nada, nos acercamos al mar donde llegaban unas olas increíbles que rompían con fuerza sobre las rocas de una playa inexistente y de acceso imposible.
Comenzamos a caminar por un sendero detrás de Riro, no nos dice nada, permanece callado, nosotras nos miramos y empezamos a preocuparnos pensando que no podíamos tener tan mala suerte de contar con un guía que nos ignorase como lo estaba haciendo. De repente Riro con calma nos empieza a explicar que era el lugar donde nos encontrábamos, su español aunque no muy fluido, sí que era suficiente para entenderle sin ningún problema. A partir de ese momento supimos que nuestra suerte estaba echada, Riro sería el mejor guía que podríamos haber tenido para descubrir los secretos de la Isla de Pascua.
Vimos la primera plataforma donde apenas se podían dibujar los Moais que reposaban cansados y abatidos por el tiempo, un montón de piedras dejaban ver los restos de una cultura Rapa Nui que por los misterios que esconde la Isla, se ha convertido quizás en una de las culturas ancestrales más misteriosas del planeta.
Volvimos al coche y nos dirigimos a la cantera, lugar donde tallaban los Moais, hasta que no llegamos no fuimos conscientes de lo que escondía la Isla, el nombre antiguo de este sitio era ¡Marunga Eo” que significa cerro perfumado, parece que debido a una planta aromática que impregnaba con su olor toda la zona.
Comenzamos a subir la ladera de la montaña donde se tallaban los Moais y luego eran trasladados a los ¡ahus” distribuidos por toda la isla. La cantera es de toba, ceniza volcánica endurecida. El espectáculo es impresionante, un montón de Moais aparecen enterrados mostrando solo la cabeza, es como si poco a poco estuviesen emergiendo de unas tumbas sepultadas por cientos de años, donde se escondieron secretos que hoy aún no hemos sido capaces de esclarecer, todo son teorías, todo son leyendas, todo es misterio, lo único real son esas impresionantes estatuas de piedra con rostro propio y sentimiento de tristeza, si tristeza es lo que me transmiten estos rostros tan serios, por más que los observes no ves ni un Moais en toda la isla que te regale una mirada amable o una sonrisa tenue. Son increíbles, aun siendo rostros fríos y distantes, tienen presencia.
En la parte más alta de la ladera se encuentra a medio terminar un Moái que nunca llego a ser extraído de la roca, su rostro perfectamente tallado, yace tumbado, no consiguió erguirse y lucir tan orgulloso como hoy permanecen el resto de sus hermanos. Es el Moái que más me impresiono, no podía dejar de imaginarme los motivos por los que una civilización pudo de la noche a la mañana abandonar una obra tan increíble como la que ya tenían medio terminada, que le ocurrió a esos escultores para dejar abandonada una obra que parece que supera en altura al resto de Moais de toda la isla
Continuamos caminando por un sendero y de repente, a lo lejos, divisas el mar y la famosa plataforma donde reposan los 15 Moais más famosos de la Isla. Nuestras mentes llevaban un rato preparadas para contemplar la escena, pero esta imagen en vivo y directo te llega directamente al corazón, una emoción difícil de explicar te deja sin aliento y es cuando no quieres otra cosa que congelar ese momento. Este instante sin duda ha sido el más increíble que me he traído en mi memoria, aunque en ese momento aún no sabía que no sería el único.
Es junio y es temporada baja en la Isla con lo que son pocos los turista que te encuentras por el camino, una suerte poder sacar fotografías donde es fácil encuadrar una imagen donde no aparezca ningún ser humano. Continuamos nuestro recorrido y Riro nos llevó a multitud de lugares y rincones de la Isla que nos fascinaron, desde la piedra magnética que da nombre al “ombligo del mundo”, a la playa donde desembarcaron los primeros Rapa Nuis que llegaron a la Isla. Cansadas nos dejó en nuestro hotel y nos sugirió que no nos perdiésemos la puesta de sol. Así fue, no nos la perdimos, dejamos nuestras maletas en nuestras habitaciones y nos fuimos a la terraza del hotel desde donde puedes contemplar el pacifico a pocos metros de la playa. Increíble puesta de sol, nunca antes contemple semejante espectáculo.
A la mañana siguiente muy temprano Riro de nuevo nos estaba esperando en la puerta del hotel, recogimos nuestras maletas y de nuevo continuamos nuestra ruta por la Isla, a la 13:00 h. de nuevo teníamos que estar en el aeropuerto para volver a Santiago de Chile. Nos quedaba por conocer la única población de la Isla de Pascua, Hanga Roa, población de poco más de 5000 habitantes. Paseamos por sus humildes calles de pequeñas casas de madera, donde la sencillez reina en el lugar. Algo que me ha llamado la atención es la ausencia de grandes mansiones o grandes hoteles de lujo, todo en Hanga Roa es de carácter humilde, no ves ostentación en ningún lugar de la Isla, seguro que este es uno de los motivos por los que la Isla se mantiene en un estado tan virgen, su naturaleza es sobrecogedora.
Por último subimos al volcán Rano Kau que se encuentra al suroeste de la Isla, aparte de poder contemplar su preciosa laguna, las vistas de la isla son impresionantes. Riro nos contó la historia de la ceremonia “tangata manu” (hombre pájaro). El ritual se realizaba una vez al año y su fin era obtener el primer huevo del charran sombrío en el islote motu Nui. El ganador era proclamado como jefe de la Isla durante un año.
24 horas increíbles en tierras Rapa Nui, la Isla es muy pequeña y es cierto que con tres días serían más que suficiente para poder disfrutarla, pero en estas 24 horas hemos podido ver la Isla al completo con todos sus Moais. De nuevo me monto en un avión que me devolverá a la realidad por la que viaje a Chile, pero en esta ocasión con el sentimiento de ser afortunada por haber estado en un lugar tan increíble como es la Isla de Pascua. Según despegamos tuve el sentimiento que nunca más volvería a esta Isla tan lejana, ¿o talvez sí?