Un paseo por Brasil

Atrás hemos dejado el sol, las playas, las caipirinha, las bahianas, etc.,. y de nuevo habitamos entre el asfalto de Madrid, alumbrados por la luz eléctrica de nuestras oficinas, la música de las teclas de nuestros ordenadores y el resplandor de una pantalla, que te muestra un buzón de correo donde no dejan de entrar problemas.

En mi afán de sobrevivir hasta nuestras próximas vacaciones, tranquilizo mi espíritu escribiendo nuestro Diario, intentando transmitiros los recuerdos que me he traído de este último viaje.

Salvador de Bahía (Brasil)

 Una vez más hemos llenado nuestras mochilas con nuestra dosis habitual de entusiasmo de conocer mundo, en esta ocasión nuestro destino ha sido Salvador de Bahía (Brasil). El día 1 de noviembre puntualmente nos dirigimos al Aeropuerto de Madrid, donde todavía el recuerdo de nuestro anterior viaje a Costa Rica, amenizo nuestra espera para volver a montar en un avión destino a América. Al otro lado de nuestro continente, nos esperaba un destino desconocido. En nuestra imaginación se tornaba distinto a los demás lugares por donde han trotado nuestras maletas.

Después de un vuelo de 9 horas y una hora más en autocar, llegamos a nuestro Hotel, que se encontraba a unos 80 kilómetros de Salvador, en «Praia do forte», en la costa Noreste de Brasil. Sus playas son espectaculares, aunque con un mar bravo de oleaje continuo, muy distinto a las aguas tranquilas del Caribe.

Algo que nos ha encantado ha sido la tranquilidad y el poco turismo. Es un destino que han empezado a promocionar muy recientemente, por lo que todavía se puede disfrutar de unas playas bellísimas en su estado natural. Los hoteles no han invadido todavía las playas con sus hamacas y sombrillas. Puntualmente las tortugas, todos los años entre septiembre y octubre, siguen regresando a esas costas a pagar su tributo a la naturaleza (dejan sus huevos enterrados en la arena de sus playas), dejando así garantizada la continuidad de su especie.

A 7 kilómetros de nuestro Hotel se encuentra «Praia do Forte», pequeña villa que en su día podría haber sido habitada por lugareños dedicados a la pesca. Hoy sin duda aunque intenten conservar ese sabor a gente de mar, se trata de algo montado exclusivamente para el turismo. Inicias el paseo a través de una avenida sin asfalto, donde puedes encontrar infinidad de tiendecitas, puestos ambulantes, donde la artesanía y bares decorados para el turista, han invadido el lugar. A pesar de ser tan artificial, es agradable salir de la avenida principal y terminar en la playa, donde aún conservan una pequeña iglesia y un faro, que seguramente hace años, ayudaba a los pescadores a volver a casa.

En la misma playa puedes encontrar un pequeño bar con una terraza, donde puedes tomarte una cerveza y observar las siluetas de los pequeños barquitos de pesca, que cansados y envejecidos por el tiempo, se dejan acunar por el ritmo de las olas, que no dejan de llegar a una playa donde unos pocos niños del lugar, esperan entretenidos a que el día termine.

Es un lugar perfecto, si lo que quieres es desconectar un rato de los lujos que te proporcionan las cinco estrellas del hotel.

Al igual que nosotros, un 1 de noviembre, pero de 1501, entro en la bahía Américo Vespuccio, bautizando la Bahía de todos los Santos. Fue la región que más esclavos africanos recibió, se necesitaba mano de obra para explotar la gran cantidad de plantaciones de azúcar, café y cacao, extendiéndose después hacia el interior para la explotación de sus minas. Hoy es la mayor ciudad con población negra fuera de África.

Si estas en Salvador no puedes dejar de visitar el «Pelourinho» que es el barrio central. Su callejuelas adoquinadas y sus casas coloniales no te dejan indiferente, todo envuelto en un escenario, que aunque claramente para el turista, te trasladan a tiempos de conquistadores y esclavos. Un grupo de bahianas vestidas con sus típicos trajes, llenaran de colorido tus fotografías, y un grupo de incansables vendedores ambulantes, acabarán con tu paciencia

En la parte baja de la ciudad visitamos el famoso «Mercado Modelo«, se trata de un mercado de artesanía, donde puedes encontrar infinidad de tallas de madera, regalos, camisetas, etc. si consigues hacerte con el arte del regateo, te iras con la sensación de que tus compras han sido un chollo (la regla es comenzar el regateo con un 50% menos que el precio que te ofrecen)

En la entrada el Mercado Modelo, se encuentra una plataforma redonda en cuya madera un grupo de chicos y chicas practican la «capoeira». Se trata de un típico baile bahiano, cuyo origen se remonta a épocas de esclavos, originado por el afán de mantenerse en forma física para estar preparados para huir de la esclavitud. Es una especie de danza y artes marciales, llevado a límites en cuanto a exactitud de movimientos. Es un espectáculo que deleita la vista de todo transeúnte que visita el Mercado Modelo.

Durante mi viaje, muchos fueron los instantes en los que pensé ¡¡que estoy haciendo con mi vida¡¡. En esta parte del mundo, entras tan rápido en escena que piensas que perteneces a este lugar, que quieres este tipo de vida y de repente te sobran todos los lujos en los que estamos acostumbrados a mal vivir

Pocas son las veces en las que realmente nuestra conciencia es capad de sentir la vida, de olvidarse de todo y concentrarse en el presente, siendo capad de vivir intensamente un «instante». Creo que este es el truco de la gente que habita en esta parte del mundo, disfrutan a tope el presente, no se preocupan tanto como nosotros del futuro, simplemente viven pensando que el día siguiente será «otro día»

Siguiendo con nuestro paseo por Salvador de Bahía, terminamos contemplando su atardecer en un lugar llamado «Farol de Barra«. Fue un momento inolvidable, no quería abandonar ese sitio en el que el Sol se iba dejando caer sobre el mar, iluminando así las aguas de la Bahía «espectacular». Fue uno de los muchos instantes que me he traído en mi recuerdo y que sin duda me hicieron sentir que era el ser más vivo que habitaba en esos momentos sobre la tierra. Poco a poco me fui apartando del grupo, quería para mi ese momento, no quería que las explicaciones de nuestro guía me desconcentraran en el contemplar de tanta belleza

Nos quedaba conocer la noche de Salvador, deseosos de descubrir la vida nocturna de la ciudad, nos montamos de nuevo en el autocar y nos dirigimos al barrio de Pelourinho, donde a primera hora de la mañana disfrutamos de un barrio lleno de color, donde cada esquina tiene su historia y donde los adoquines de sus calles han sido testigos en el tiempo, del terrible destino de cada uno de los esclavos que fueron sacrificados y arrebatados de su libertad. Terrible historia de un pueblo que a pesar de su destino, supo sobrevivir y mantener vivas sus raíces.

Cenamos en un restaurante con espectáculo incluido. Un grupo de bailarines represento las típicas danzas Bahianas, donde quedaron representados sus Dioses. Fue divertido, personalmente participe de sus bailes, uno de los bailarines me saco al escenario y aguantando el tipo como pude, intente seguir el ritmo de su música en la que los movimientos de caderas me bajaron sin aliento al minuto de estar en el escenario.

Después de cenar estuvimos en varios bares con música en directo. Fue genial, lo pasamos bien simplemente con observar como sus gentes disfrutan de la música, como sus cuerpos se mueven al ritmo de sus canciones. Espectacular como las brasileñas son capaces de mover sus caderas, los que más disfrutaron el momento fueron los chicos (los Marianos y Carlos) que durante los día que estuvimos en Brasil, desarrollaron la habilidad de una visión periférica, no se les escapo ningún detalle….

Agotados volvimos al hotel, el día había sido muy largo y la noche con sus caipirinha nos dejó un sabor tan brasileño que lo recordaremos siempre.

Ha sido un viaje tranquilo, necesitábamos descansar y sobre todo desconectar. Hemos estado en el Hotel Iberostar Praia do Forte, en general el hotel esta genial, las instalaciones perfectas y la comida buena. El hotel estaba al 40 % de su capacidad, cosa que hemos agradecido un montón, todo un lujo…la playa del hotel espectacular, no son aguas para disfrutar nadando, pero son unas de las playas más bellas en las que he estado. En resumen, creo que si volvemos no nos importaría volver a elegir este hotel.

Mángue Seco

Después de pasar todo un día con su noche conociendo Salvador, necesitábamos una excursión donde pudiéramos disfrutar de la naturaleza, nada de ciudad, nada de asfalto ni nada de ladrillos.

A unos 250 kilómetros al norte de Salvador de Bahía, se encuentra este paraíso, donde un pequeño pueblecito de pescadores de carácter muy humilde, convive con el entorno en una perfecta armonía. Una verdadera joya de la naturaleza.

Al llegar al pueblecito, nos montamos en unos pequeños bugís y a modo expedición comenzamos nuestra excursión. Íbamos concentrados en la diversión que nos proporcionaba la curiosidad de ir montados en esos pequeños vehículos, de repente, nos vimos rodeados de dunas de arena, tan blanca que te hacían dudar si se trataba de arena o nieve. Al fondo, una playa infinita, sus palmeras se mecían por el viento, con sentimiento de fragilidad, todo un espectáculo natural envuelto en una extrema soledad…

Pasamos el día tirados en la playa, abandonados al destino que nos había llevado a conocer semejante lugar, no tengo palabras para poderos describir tantos detalles que se han quedado grabados en mi recuerdo y que os aseguro que por mucho que pasen los años, siempre los recordaré…perfecto lugar para curarse del estrés.

Salvador de Bahía, Brasil (Noviembre 2018)

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